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El Prólogo y el primer capítulo de "TODO LO QUE JAMÁS IMAGINÉ"

Prólogo

Nicole

Luz y oscuridad, vida y muerte son simplemente dos partes inseparables de la vida. Sin la oscuridad no

conoceríamos la luz y sin la maldad no conoceríamos la bondad. Lo bueno y lo malo van de la mano, no se los puede separar.

MARILYN MANSON

Eran como chisporroteos de sutiles reflejos de luz en los adormecidos recovecos de mi mente, pero luego todo se apagó, volviéndose oscuro.

Hasta que, de pronto, un resplandor me cegó; era una luz muy fuerte que no podía soportar mirar, porque me quemaba los ojos, pero por alguna razón, y aunque me dañaba la vista, la intriga era muy poderosa y quería ir hacia ella, cruzarla, pues creía que, si lo hacía, dejaría de dolerme; estaba segura de que al otro lado todo, por fin, sería calma.

De repente, y no sé a ciencia cierta cómo ocurrió, me encontré corriendo en un interminable camino hacia esa luz. Estaba jadeante por el esfuerzo, pero no conseguía llegar nunca al final para alcanzarla; ansiaba hacerlo, perseveraba en el intento, pero todo parecía inútil, mis pasos se ralentizaban. Agotada, a mitad de trayecto me paré en seco e intenté tomar aliento para seguir avanzando; no obstante, cuando quise retomar mi carrera, detuve la marcha porque creí oír una voz que llamaba a alguien; por un instante dudé de si era a mí a quien se dirigía, y luego me percaté de que sí, de que efectivamente esa persona estaba gritando mi nombre. Era la voz de un hombre que me llamaba con desesperación... «¡Un momento! Conozco esa voz.» Sí, la conocía muy bien. Volví a prestar atención y noté que esos gritos me llegaban desde la negrura; confusa, decidí correr hacia esa voz, pero me detuve nuevamente cuando caí en la cuenta de que le temía demasiado a la oscuridad. Ésta era un sitio donde nunca más quería volver a estar, demasiados años había habitado ya en ella; la tiniebla me recordaba mi pasado, y no quería regresar jamás a esos días en los que todo era oscuro y muy cruel. Sin embargo, ese resplandor resultaba demasiado cegador y también me asustaba cruzarlo.

Estaba indecisa y no sabía hacia dónde ir; además, por alguna razón sentía que no tenía demasiado tiempo para decidirme, así que debía tomar una determinación con rapidez.

Comencé a desandar mis pasos, dilucidando que quizá, en el otro extremo, todo se veía demasiado oscuro porque esa luz era brillante en exceso. Una vez más me detuve de improviso, inhalé y exhalé lentamente en una tentativa de ordenar mis pensamientos y calmar las náuseas que sentía, pero, a pesar de mis esfuerzos por mantener mi juicio a raya, la duda resultaba demasiado fuerte y la luz empezaba a apagarse, así que volví a correr hacia ella, porque no quería dejar que se fuera, temía quedarme atrapada en la oscuridad.

Una violenta sacudida en mi cuerpo me hizo saltar, y oí de nuevo esa voz, que también se diluía; quería ir hacia esa voz, ya que por alguna razón intuía que, si iba con esa persona que me estaba llamando, estaría a salvo, pero no podía moverme, y no podía hacerlo porque la confusión había invadido todo mi cerebro y no sabía hacia dónde dirigirme...

El pensamiento corría en mi cabeza una y otra vez, de ida y vuelta, y entonces una película en vívidos colores empezó a proyectarse en mi mente... estaba sonriendo cuando unos ojos de un azul grisáceo me miraron, y quedé hipnotizada, sin poder apartar la vista de ellos, y no era de extrañar, porque eran los ojos más hermosos y más raros que había visto en mi vida; el izquierdo tenía una manchita marrón que lo hacía único. Me gustaba mirarme en ellos, me gustaba sentir el calor que irradiaban, me gustaba el amor que trasmitían.

Las imágenes de pronto se tornaron confusas: una mano que sostenía otra mano mientras le colocaba un anillo, flores, música; creo que era una ceremonia... «Un momento, ¿ésa soy yo?» Sí, y estaba en una boda; no, no era una boda cualquiera, era mi boda; claro, me estaba casando con Luka. «¿Cómo he podido olvidarlo?» Miré hacia atrás, la luz se había extinguido. Bajé una mano y la apoyé en mi prominente vientre, y sonreí; mi tigre no había querido esperar a que naciera nuestro bebé y, aunque mi barriga era enorme porque ya estaba de casi ocho meses, por lo que no me sentía nada atractiva así y resultó un caos verme a gusto con algún vestido, él terminó convenciéndome para que nos casáramos, aunque estuviera embarazadísima; quería ser mi esposo antes que nuestro hijo naciera.

Miré a mi derecha, y vi a Mila, que estaba muy feliz. Sostenía mi ramo, ambas llevábamos vestidos muy parecidos y no pude dejar de sonreír cuando la vi maquillada. Mi pequeño diablillo, a ella siempre le encantaba imitarme y a mí me encantaba que quisiera parecerse a mí.

Entonces fue imposible no recordar los momentos antes de partir hacia la ceremonia.

* * *

—Eres una niña, no puedes ir toda pintarrajeada a nuestra boda —gritó Luka cuando entró en nuestra habitación.

Mila y yo estábamos sentadas frente al tocador, en bata, y fingíamos que estábamos acabando de arreglarnos; el pobre había estado todo el día con los nervios a flor de piel, y eso me hacía gracia, pues se supone que la novia es quien siempre está más inquieta, pero en este caso mi hombre estaba insoportable.

—Papá, pero si sólo es una sombra de color muy claro, un brillito en los labios y un poquito de rubor en las mejillas; no seas exagerado, es una fiesta y hay que arreglarse de forma especial, Nicole y tú no os casáis todos los días.

Él la miró asombrado, y es que esa niña, a veces, nos dejaba sin palabras con los planteamientos que nos soltaba; incluso nos llevaba a preguntarnos si realmente tenía sólo cuatro años o bien se trataba de un adulto reencarnado en el cuerpo de una cría.

—No me parece correcto —sentenció él, manteniéndose en sus trece—. Nicole —me miró con un cabreo de puta madre, pero yo sabía muy bien que él era siempre pura cháchara y que en verdad no estaba tan cabreado como quería aparentar—, quítale eso ya mismo de la cara.

—¿Por qué no te calmas, cariño? —le dije con pasmosa tranquilidad—. Negociemos; ella también quiere verse diferente, hoy es un día especial para todos.

—¡Y una mierda! De aquí, pintada como una puerta, no saldrá.

—Papá, esa grosería no se dice.

La miró fulminándola y luego dirigió sus ojos hacia mí.

—Nicole...

Lo miré esperando que terminase la frase, pero, manteniendo el silencio, nos observó a ambas y entonces, finalmente, dijo clavando sus ojazos color plata en mí.

—Sólo el brillo en los labios.

Miré a Mila; sabía que mi pequeña era buena negociadora porque por sus venas corrían los genes de su padre, pero también tenía claro que ella sabía muy bien cuándo su padre no iba a ceder y, calculando los chispazos que salían en aquel momento de los ojos de Luka, y la tensión que veía en su cuello, estaba segura de que ese día mi grandullón no lo haría; con todo, por supuesto, ella era una Bandini de pura cepa, y era testaruda al igual que él, así que, poniendo los brazos en jarra, replicó:

—No es justo, yo también quiero verme hermosa como Nicole. Mira, nos peinaron a las dos iguales, con rizos.

«Mila, cállate —quería advertirla—, o te lo hará sacar todo», pero, cuando los Bandini se enfrentaban, era mejor no meterse y que arreglasen las cosas entre ellos. No obstante, y aunque sabía que era mejor mantener mi pico cerrado, no pude, pues esa niña lograba darme la vuelta como a una media y, por lo tanto, o salíamos victoriosas o las dos terminábamos quemadas en la hoguera; así que me metí de todas formas, aunque le había prometido a Luka que nunca más lo iba a desautorizar. En fin, en realidad no lo estaba haciendo, eso no era desautorizarlo, era bregar porque todos quedáramos conformes.

—Le quito la sombra, y un poquito menos de rubor para que sus mejillas se vean con un sonrojo más natural, ¿de acuerdo? —Le guiñé un ojo y le tiré un beso, a ver si así conseguía ablandarlo.

»Auuu... —Me llevé una mano al vientre y la otra a la espalda, pues no sabía dónde agarrarme primero. Mi pequeño se había movido y me había pateado muy fuerte, haciéndome pegar un grito. El dolor no remitió de inmediato, duró algunos instantes, hasta que finalmente menguó—. Ves, estás enfadado, Bandini, y a tu hijo no le gusta y la pago yo.

—Joder, con vosotras dos es imposible o, mejor dicho, con vosotros tres, porque ese niño ya manda desde tu panza —gruñó rendido, y añadió—: Sin la sombra y con mucho menos rubor.

Mi tigre era un grandullón cascarrabias, pero lo adoraba; cuando entró en la habitación y encontró a su hija ahí escondida, puso el grito en el cielo; sin embargo, entre los tres lo habíamos convencido y me encantaba que se dejase convencer, que se dejase domesticar de esa manera, tan fácilmente; bueno, en realidad no siempre era así de sencillo, pero a menudo nos consentía.

* * *

De pronto un escalofrío me recorrió el cuerpo, y sentí miles de alfileres clavándose en mi piel cuando me di cuenta de que estaba viendo esas imágenes como espectadora.

Grité...

Sin embargo, mi voz no alcanzó a salir. Me llevé una mano a la garganta porque sentía algo atascado justo ahí, que no me permitía hablar, al tiempo que continuaba oyendo a Luka que me llamaba... todo era muy confuso, pero sí, era él quien me hablaba.

—Nicole... Nicole... nena, por favor, mi amor, no me dejes; por favor, lucha, no te entregues.

Me sentía aturdida, ¿cómo podía creer que quería dejarlo?, si él, Mila y nuestro hijo eran mi vida entera. Quería decirle que no se angustiara, que no me iría a ninguna parte, pero seguía sin poder hablar, seguía sin poder hacerlo. De repente sentí que mi cuerpo no quería otra cosa que rendirse, y entonces comencé a pelear con mi mente y mi corazón se sentía cansado. La angustia era inmensa; seguía percibiendo sus gritos y Luka estaba llorando, pero no era el único, pues los llantos eran una sinfonía y los gritos también...

Oh, no, ¿qué me pasa?, ¿dónde estoy?, ¿por qué no puedo verlo?, ¿por qué sólo puedo oírlo.

Uno

Luka

Daba vueltas en la cama, el brazo me molestaba y no hallaba una posición cómoda, pero eso no era lo que realmente me quitaba el sueño; el verdadero motivo era la noticia que había recibido un rato antes: volvería a ser padre.

Sentía que estaba subido en una nube desde que Nicole me lo contó; sentía que la vida había querido premiarnos de alguna manera por haber vivido todo lo que nos tocó vivir.

Cuanto más lo pensaba, más increíble me resultaba saber que, a pesar de todo el calvario que habíamos pasado, nuestro hijo había sobrevivido; hijo, o hija, a saber todavía qué era, pero no me importaba, lo único que le pedía a Dios era que naciera sano.

«Le diré a Nicole que vayamos al médico mañana; quiero que le practiquen más pruebas, para estar totalmente seguro de que ningún golpe de los que mi mujer recibió afectó al bebé. ¿Es extraño que no lo advirtieran cuando nos atendieron después del ataque?», conjeturé en silencio.

Nicole dormía a mi lado y el reflejo de las luces de la ciudad que entraban por el ventanal iluminaba su rostro. Era hermosa y sabía que jamás me cansaría de mirarla, estaba convencido de que en ella había encontrado el gran amor. La destapé con sumo

cuidado para observar su vientre; aunque sabía que aún estaba plano, por primera vez tenía plena consciencia de que en su interior había vida, una vida que habíamos creado

juntos y que me llenaba de ilusión.

—¿No puedes dormir? —me preguntó, sorprendiéndome.

—No era mi intención despertarte; lo lamento, cariño, pero estoy tan eufórico con

la noticia, aunque aún me cuesta creerlo...

—No te preocupes, no dormía. Yo también estoy eufórica, pues este bebé —se

tocó el vientre— no estaba en nuestros planes. —Cogió mi mano y la puso sobre su

barriga—. Yo tampoco me he hecho a la idea todavía, el caso es que no he tenido

tiempo de asimilarlo con todo lo que ha pasado.

—Tendremos un hijo.

—O una hija; tal vez sea una niña Bandini, no seas machista.

—No importa de qué sexo sea. —Me moví presuroso y besé su abdomen—. No voy a negarte que me encantaría que fuera niño, pues ya tenemos a Mila; sin embargo, ser padre de otra pequeña sería fantástico. —Le deposité mil besos más en el vientre, sin hacer caso a los tirones que me daba el brazo; maldito fuera, pues me hacía tener muy presente el calvario de aquella noche—. Quiero estar seguro de que todo está bien, y no me quedaré tranquilo hasta que vea otro doctor y me lo confirme. Mañana iremos al Lenox, conozco a alguien que nos podrá atender sin haber pedido cita.

»Oye, me preguntaba... ¿cómo es que, cuando nos atendieron después del ataque, los médicos no se dieron cuenta de tu estado?

—Sí que lo hicieron; en cuanto me quedé sola con ellos en Urgencias, ya que a ti te llevaron directamente a cirugía, fue lo primero que les hice saber tan pronto como logré centrar mis pensamientos. El caso es que les pedí que no dijeran nada; tú estabas muy conmocionado y no quería sumarte otra preocupación más.<