Adelanto HUELES A PELIGRO VOL.II
Adriel empalideció de pronto y el color de su piel se asemejó al de la muerte, su pecho quemaba, puesto que había olvidado continuar respirando, no lograba enfocar su visión, y sus oídos zumbaban, sentía como si estuviera mirándose por dentro, hasta que de golpe todo se tornó negro y empezó a sentir que caía dentro de un embudo.
Realmente habría que haber estado muerta para no reaccionar ante su presencia.
La bandeja repiqueteó en el suelo y los tapeos se desparramaron por doquier, todo había caído de la mano de Adriel, al tiempo que ella rebotaba con su cuerpo laxo contra el piso. Damien, que estaba tan atónito como ella, reaccionó de inmediato, pegó un salto por encima de la mesa baja que osaba con interponerse en su camino, y se posicionó a su lado. Metió las manos bajo la nuca y por debajo de las corvas, y la levantó sin esfuerzo depositándola con sumo cuidado sobre uno de los sillones.
—Agnes, date prisa, busca mi maletín que ha quedado en el coche de Christopher. —indicó con apremio su madre.
—Yo voy —se ofreció Christopher y salió a la carrera.
—Adriel, tesoro, hija, esta chica no está alimentándose bien, la he notado muy delgada cuando llegué —acotó mientras le tomaba las pulsaciones.
—Pues, ojalá que ahora que usted está acá la haga comer, porque realmente lo hace como un pajarito —expresó Agnes muy asustada.
Damien estaba desesperado, no la perdía de vista, había tenido que hacerse a un lado cuando lo único que ansiaba era sostener su mano. Maisha se dio cuenta de su desesperanza y apiadándose de él se acercó y lo tomó por la cintura, le enterró los dedos en la carne para hacerle saber que ella estaba junto a él, y éste le besó el pelo, buscó también la mirada de su abuelo quien le devolvió una bajada de cabeza mientras se sentaba agobiado, sus piernas ya no lo sostenían más.
Hilarie se colocó el estetoscopio para auscultarla y puso las piernas de Adriel en alto, todo indicaba que era una repentina baja de la presión sanguínea, una lipotimia. La joven poco a poco comenzó a recobrar el sentido, aunque todo a su alrededor continuaba dando vueltas.
—¿Te sientes mejor?
—Sí mamá, lo siento, creo que me ha bajado la presión. —contestó con un hilo de voz mientras se masajeaba la frente y se conectaba nuevamente con la realidad.
—Estoy segura que no te estás alimentando bien.
—Mamá, por favor.
—Betsy, tráele agua con azúcar.
Damien se pasaba la mano por el pelo y por la nuca mientras respiraba agobiado, se sentía angustiado, impotente, en un instante creyó que estaba desvariando, la situación parecía dantesca.
En su tarea por apaciguarlo Maisha le acariciaba la espalda hasta que se dio cuenta que él tenía su camisa manchada.
—¡Está lastimada! —anunció a bocajarro— Damien, hijo, tienes sangre en tu camisa. —le hizo ver.
Importándole muy poco lo que los demás pensaran Lake se abalanzó sobre ella y la incorporó para ver de dónde le manaba sangre. Al levantarla, comprobó que su dorado pelo estaba empapado y teñido de rojo en la parte trasera de la cabeza.
—¡Su cabeza está sangrando! —manifestó asustado y de pronto comenzó a temblar de forma incontrolable, no quería caer en un ataque de pánico, pero ver sangre siempre obraba de esa forma en él, el terror se apoderaba de toda su fortaleza y no había forma de aquietarlo.
—Tranquilízate, Damien, —le dijo su padre mirándolo con firmeza a los ojos— vamos, respira hijo, has tus ejercicios respiratorios, detén tus pensamientos negativos y vayamos afuera así te calmas.
—No, no quiero irme —alcanzó a decir obstinado, mientras sentía como su cuerpo se empezaba a empapar en sudor, incluso su ropa se estaba mojando. Finalmente, al ver que ya le resultaba casi imposible controlarse, se levantó apartándose de Adriel puesto que no quería empezar a gritar incoherencias, conocía de sobra esos episodios que lo asaltaban, así que apretó los puños y los dientes mientras intentaba alejar las imágenes que siempre volvían a su mente, y que amenazaban con llevarse su cordura.
Hilarie, se encontraba cernida sobre su hija atendiendo el corte que se había hecho al caer, lo tenía a la altura del hueso occipital.
—No es nada, estoy bien. —manifestó Adriel al ver que Damien no estaba en buena forma, como médica supo reconocer los síntomas de inmediato, y advirtió que estaba teniendo un ataque de pánico, tenía dilatadas las pupilas, y su frecuencia cardíaca y respiratoria estaban aceleradas.
—Sí, no es nada, es un corte pequeño y superficial en el cuero cabelludo pero tendré que suturarla —aseveró su madre— Agnes, indícale a Damien donde está su habitación por favor, y súbanle sus pertenencias para que pueda cambiarse.
—Sí, vamos hijo, yo te acompaño. —se ofreció Christopher.
Él no se opuso, sabía que estaba a punto de perder el control.
Hilarie continuó atendiéndola, y luego de suturarla le hizo una evaluación neurológica para quedarse tranquila de que el golpe no traería consecuencias.
—Mamá, estoy bien, no exageres, estoy ubicada, tan sólo me duele lo normal por el golpe, pero estoy en buena forma.
—Dios mío, Adriel, que susto nos has dado.
—Lo siento, he arruinado tu día.
—¿Cómo crees? Lo importante es que estás bien. Betsy, por favor trae hielo para que se coloque en el golpe.
—Enseguida señora.
—Quiero cambiarme me siento mojada y el pelo está hecho un pegote por la sangre.
—Yo te acompaño. —le indicó su madre.
Christopher había regresado y estaba sentado en el living junto a sus padres.
—¡Qué susto! Que golpe se ha dado esa chica y yo que soy una bocazas, como le voy a decir de esa forma a Damien que está manchado con sangre.
—No te culpes mamá, ha sido la reacción inmediata que hubiera tenido cualquiera.
—¿Está más tranquilo?
—Sí, despreocúpate lo dejé dándose una ducha, se ha podido controlar.
Abott permanecía en silencio y calculando las implicancias de ese encuentro; durante el tiempo que habían quedado solos, habían establecido con su esposa que no revelarían nada, que esperarían a que Damien y Adriel dieran a conocer la situación.
Al cabo de algunos minutos, se reencontraron todos en la sala:
—Adriel, —carraspeó Lake para ocultar su emoción— ¿te encuentras bien? —y en tanto los latidos de su corazón se desbocaban cuando se acercó a saludarla, sus fosas nasales se llenaron de su perfume floral, y se encontró de pronto aspirando como un maniático.
—Sí, gracias, encantada, lamento toda esta situación. —expresó abriendo una brecha, Adriel proyectó una sonrisa algo tímida, y aguantó su mirada con coraje cuando él se incorporó con los ojos fijos en ella; un silencio dominó el momento, y Damien sonrió con amargura al pensar lo paradójica que a veces podía resultar la vida.
Experimentó un golpe en el pecho cuando comprendió su rechazo, cuando advirtió que Adriel había decidido fingir que ellos no se conocían.